Era la segunda vez que dejaba plantada a una chica. Espero que no se convirtiera en algo habitual en mí. No sabía qué debía hacer a continuación, aunque lo que sí tenia claro era que debía ir a buscar mi coche, era lo único que tenía que podía llamar mío.
Ese era otro de los problemas que había tenido con Aghata. Todo lo que teníamos era suyo, su casa, sus amigos,... Ella nunca me impidió disfrutar de sus cosas y de hecho siempre dijo que todo lo que tenía era mío también. Pero no podía evitar pensar que vivía su vida. Yo no había aportado nada a nuestra relación. Aghata y yo nos conocimos de una manera similar a como había conocido a Ahinara, pensar en esa comparativa me hizo sonreír.
Yo salía de una relación muy agridulce, más agri que dulce y ella amigablemente me consoló. Cada vez estaba más convencido de que habíamos confundido la amistad con el amor y rápidamente comenzamos una relación. Yo me encontraba solo y ella me introdujo en su grupo de amigos, en sus aficiones y en su vida. Me acoplé de un modo perfecto y así fueron pasando los años.
La verdad es que era algo realmente cómodo. Nos llevábamos bien, ella tenía las ideas y yo la secundaba. Hasta ahí todo perfecto. Hasta que quise tener algo más, hasta que quise tener la iniciativa y entonces todo cambió. Al principio fueron pequeñas cosas, pequeñas contradicciones y discusiones completamente irrelevantes pero poco a poco se fueron amontonando y como suele decirse un grano no hace granero pero ayuda a su compañero.
Había algo que no funcionaba y ninguno nos dábamos cuenta. Hasta que estallo la guerra y comenzamos a fastidiarnos mutuamente, hasta el punto que, después de una enorme discusión, agarre el coche, lo único que pude comprar por mí mismo sin esperar la aprobación de Aghata y conduje sin parar hasta el final de la autopista.
Ahora me encontraba de nuevo en el coche. De nuevo solo. Y de nuevo en la misma autopista pero conduciendo en un sentido contrario. Tomé el desvió hacia la antigua nacional para salirme de la AP4. No quería ni pagar peaje ni conducir tan rápido. No quería aparecer en cualquier otro lugar sin darme cuenta, del mismo modo en que llegué a Cádiz. Ahora quería ir despacito, pensando cada paso.
Cuando vi el desvío de la A480 supe donde quería ir. Pasaría unos días en Chipiona y después volvería otra vez a enfrentarme a mis problemas. Para empezar tenía uno con mi jefe pues aún no tenía noticias mías. Probablemente ya hubiera llamado a Aghata y ella le hubiera contado lo poco que sabía, así que igual habían llamado a la policía... me pareció un poco exagerado pero sabía que Aghata era perfectamente capaz.
Al pasar Costa Ballena mi ansiedad creció. Deseaba llegar a algún lugar que considerara mío, sólo mío, y poder desconectarme de todo lo que había vivido hasta ahora. Pero cuando divisé a lo lejos el Faro, el más alto de España, me di cuenta de mi error. No estaba desconectando para nada. Aquello no era más que otra vuelta de tuerca más. La decisión de ir hasta Cádiz, aunque fuera algo inconsciente, la segunda huída hacía Chipiona. No era algo aleatorio, mi subconsciente era el que me estaba guiando. Todo giraba alrededor de lo mismo. Pare en el arcén de aquella transitada carretera y lloré amargamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario