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Madrid, Madrid, Spain

lunes, 26 de mayo de 2008

La Cruz del Mar 3

En la ducha, el agua golpea la piel y aunque ha sido poco tiempo te recuerda que mañana has de ponerte más crema. La piel pica un poco pero te alegras porque estas deseando ponerte morena.

Antes de que el agua de la ducha te moje por completo es inebitable chuparte un poco el brazo para comprobar si sabes a sal. Después dejas que el agua de la ducha te envuelva y te das prisa para volver de nuevo a la calle.

Cuando estamos listos y volvemos a la calle el aire azota nuestras caras y te recuerda que en el paseo marítimo hay que llevar una rebequita pues hace fresquito. Caminamos lentamente, desde el apartamento que esta al lado del Piccoco, por el paseo marítimo hasta el Santuario. Bueno, quizá nos metamos antes por la calle de los eucaliptos, donde esta el monumento a la Luz.

Damos un pequeño paseo antes de elegir el sitio para cenar. Al principio despacio, disfrutando, pero al cabo de un rato el hambre se hace notar y buscamos un restaurante. Nos decidimos por la cooperativa. Es un lugar muy curioso. Es la Cooperativa Catolico Agricola donde comercializan el vino moscatel de la zona y donde se puede cenar también.

Este año, a parte del mostrador donde puedes elegir entre diferentes aliños y fritos, (que hambrreeeeee!) tambien han puesto una parrilla en el patio exterior. Tienen diferentes carnes y pescados gordos, como los llamo yo. Eliges lo que quieres, te lo hacen vuelta y vuelta y a zampar.

Los pescados son excelentes, casi nunca los conozco porque son de la zona y no se suelen ver demasiado por las pescaderias madrileñas. Son unos pescados grandecitos, para compartir, y los hacen a la parrilla y luego los acompañan con un poco de aliño como guarnición. Estan buenisimos.

Despues de cenar nos dirigimos hacia la calle comercial de Chipiona, la calle Isaac Peral, familiarmente conocida como la calle de las Sierpes por su parecido comercial con la famosa calle sevillana.

Hay decenas de puestos y tiendas donde puedes comprar de todo. Desde cosas para la playa, revistas, periodicos, pan y hasta loteria de navidad.

El paseo es lento, miranto todos los puestos y todas las cosas que venden. Y llega un momento en el que dejas de sentir el calorcillo humano, ese calor caracteristico cuando estas en una calle estrecha con mucha gente. Y de repente sientes un aire fresquito. Y luego otro. Y después te autoabrazas porque sientes que la manga corta se queda corta y como por arte de magia toda la geste se dispersa y la ves. La Cruz esta iluminada y hace un contraste genial con la oscuridad del fondo. Las banderas que la rodean vuelan violentamente y ya has dejado de sentir frío porque estas ahí, con ella, con la Cruz del Mar. Y piensas que aunque pasen los años, siempre sientes lo mismo cuando vuelves a estar allí.

En cualquiera de los dos bares que hay se pueden pedir unos blanquitos para llevar (moscatel blanco en vasito de plástico) y en el mismo quiosco de siempre con forma de barca compras unos altramuses, y piensas que la próxima vez pedirás unos camarones o un poco de mojama o unas chufas. Y te sientas en uno de los bancos de piedra que rodean la cruz y te tomas tan ricamente el vinito y los altramuses. El viento golpea la cara al igual que golpea las banderas y observas el infinito, sabiendo que no es tan infinito, que ahí en frente, esta el coto Doñana pero ahora no se ve. Si te fijas con atención empezarás a ver decenas de luces blancas, son las luces de las barcas de pescadores que están faenando durante la noche.

Cuando el aire te dice que ya es hora de seguir caminando giramos a la izquierda por la Cruz del Mar, por donde esta el Castillito y nos quedamos mirando la pared en busca de las salamandras que como siempre estan ahi.

Y pasamos al Castillito a tomar otro moscatel. Esta taberna es una de las más antiguas de Chipiona. Es la típica taberna de pescadores y marineros del siglo pasado. Y está exactamente igual que como la recuerdo hace 30 años. Supongo que seguira estado igual que hace muchos años más.

Dentro huele a vino y las paredes están rodeadas de carteles taurinos y cubas de vino. El mostrador es una hilera de cuatro toneles con una encimera y ya está. Pedimos unos blanquitos y nos sentamos a tomarlos con una animada charla. Cogemos calorcillo y a mi personalmente se me suben los colores, que aunque el moscatel no tenga mucho alcohol yo lo noto enseguida.

Al cabo del rato continuamos y volvemos a la Cooperativa. Alli nos sentamos en la parte opuesta a donde hemos cenado. Es una especie de patio andaluz cuyo suelo es como la arena de las plazas de toros. Está lleno de sillas de tijera de madera y todo el mundo toma animados sus moscateles.

Me acerco al mostrador y pido dos blancos. Pago un euro. Aquí son más baratos y está máas calentito el ambiente al no estar al lado del mar. Tiene un aura especial todo el sitio. Pedimos otra ronda e incluso otra más. Con eso de que aquí son más baratos siempre terminamos con 3 o 4....

Y cuando la noche va tocando a su fin es hora de volver dignamente a casa, que hoy es sólo el primer día y mañana espera más.

Me meto en la cama y dejo la ventana abierta. Intento que todo quede en silenico y poder escuchar las olas del mar. Me acurruco en la cama y deseo que mañana por la mañana la marea este baja. Me duermo con la misma ilusión que los niños la noche de Reyes. Aunque no dormiré del tirón, y cada vez que me despierte me asomaré a la ventana y observaré el mar, iluminado artificialmente de madrugada, y aunque no lleve las gafas puestas y no vea 3 en un burro comprobaré que esta igual de magnifico que siempre.

1 comentario:

Agatha dijo...

Cuanto sabor hay en este relato...