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Madrid, Madrid, Spain

lunes, 20 de julio de 2009

II



- No sé que te habrá hecho Aghata, pero eso ha sonado muy borde ¿no crees?

Me giré a la derecha para ver quién me hablaba y para sugerirle, educadamente, que se metiera en sus asuntos y me dejara en paz. Pero los enormes ojos verdes de aquella chica me dejaron sin habla. No es que fueran especialmente bonitos, es que eran amables, sinceros, de esos que al mirarlos crees que conoces de toda la vida a la persona que los lleva y además sabes que puedes confiar plenamente en ella y contarle y hablar de cualquier tema.

- Perdona que me haya metido en tu vida, pero es que no he podido evitarlo al escuchar tu conversación - Al decirlo hizo gesto con las manos como para encomillar la palabra conversación - Me llamo Ahinara y he de decirte que si no me paras podré seguir hablando toda la vida. Antes era informática, ¿sabes? Pero tanto ordenador y tanto correo hicieron que perdiera el contacto con la sociedad y un día ¡hop! Lo recuperé de golpe.

Ahinara calló un momento para observarme, parecía preocupada por mi expresión. Sentí que debía decir algo. Pero había recibido tanta información en tan poco tiempo que no sabía a qué debía responder primero.

- Bueno, es que yo, bueno, también soy informático. Pero lo que ocurre es que... - me paré en seco - oye, ¿y por qué tengo que darte a ti explicaciones? ¡Déjame en paz!

Reanudé mi marcha caminando por la acera sin saber muy bien a donde ir pero Ahinara me alcanzó en dos zancadas y se situó a mi lado.

- Oye, perdona, que yo no quería molestarte, simplemente he pensado que quizá te apeteciera hablar y a mí, aunque parezca mentira, se me da muy bien escuchar.

Respire profundamente antes de darme la vuelta. No sabía si quería hablar con aquella chica o si quería largarme de allí. Aún no me había parado a pensar qué era lo que le había dicho a Aghata ni por qué ni qué estaría pensando ella ahora. No sabía si era lo que en realidad quería o si me había vuelto loco al decirle aquello. No sabía nada y sin embargo allí estaba aquella chica a la que acababa de conocer esperando que le dijera algo.

Guiándome únicamente por mis sentimientos me dejé llevar y supe que podría confiar en aquella chica, quizá era una de esas cosas del destino, una de esas personas que, cuando las conoces, ya no puedes separarla de ti.

- ¿Conoces algún lugar tranquilo donde poder cenar algo? Estoy hambriento, no he comido nada en todo el día. Por cierto, me llamo Alejandro.

- Ven conmigo a casa, Alex. - Dijo Ahinara tranquilamente - Y si quieres puedes quedarte a dormir en el sofá a Pepe no le importará. ¿Cabrá mi bici en tu maletero? Tranquilo, Pepe es el gato.

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