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jueves, 7 de agosto de 2008

Soñar – Diez

El avión aterrizó sin problemas. Y lentamente bajaron del aparato. Como llevaban poco equipaje no fue necesario facturar nada, por lo que pronto estuvieron sentados en un taxi y sin que Nacho ni Jimena pudieran opinar, Silvia dio las indicaciones al taxista para dirigiste a la oficina.

A su llegada todo eran caras largas, todo el mundo sabía de su fracaso y eso dolía bastante al grupo, sobretodo al equipo de Nacho pues eran ellos los realmente damnificados. Sin embargo en las miradas de la gente había algo más. Jimena notó que la gente la miraba a ella especialmente y podía distinguir un cierto nerviosismo o una cierta espectación. Le resultó extraño que la gente se fijara en ella pero no le dio más importancia hasta que abrió la puerta de su despacho y encontró un enorme centro de rosas color champan sobre su mesa.

Al verlo Jimena se quedó paralizada, no se atrevía a moverse. Sabía lo que esas rosas significaban pero no quería equivocarse y que todo fuera una ilusión. Sabía perfectamente que sólo él conocía cual era su color de rosas favorito.

Lentamente dio un paso para acercarse a la mesa, para buscar la nota y sintio como toda la gente detrás de ella se asomaba a la puerta de su despacho para ver su reacción. Y al aproximarse, le vió. Sentado en su silla, detrás de aquel enorme centro de rosas ahí estaba él, con su sonrisa, con su mirada, como siempre. Y como siempre se abrazaron y se besaron, como si nunca hubiera pasado el tiempo entre ellos, como si nunca hubieran estado separados. Y Jimena supo que ya no estarían separados por más tiempo. Que ya suficiente habían aguantado los dos y que ya era hora de emprender su camino juntos.

No supieron cuánto tiempo permanecieron abrazados, sintiéndose el uno al otro, cuando Nacho irrumpió en el despacho de Jimena. Al parecer era el único de la oficina que no se había enterado que Mario, el novio de Jimena, había vuelto de Brasil para establecerse de nuevo en España junto a ella. La cara de Nacho mostró sorpresa y a la vez un poco de tristeza, se quedó quieto al verlos abrazados y aparentemente felices, balbuceó unas palabras de disculpa y se giró para salir del despacho pero tropezó con Silvia, que al igual que Nacho tampoco sabía nada del regreso de Mario. Ella sí supo reaccionar y le preguntó por su regreso y si sería definitiva. Mario le contestó amablemente pero en seguida Silvia retomó los problemas laborales.

Mario al darse cuenta de que estorbaba salió del despacho. Antes de que se fuera Silvia propuso que podrían comer todos juntos y quedaron en la cafetería habitual a la hora de comer. Jimena le miró irse mientras Nacho observaba a Jimena. La mirada de ella tenía una mezcla de satisfaccion, esperanza e incertidumbre. Jimena siguio a Mario con la mirada mientras se marchaba hasta que se cruzó con los ojos de Nacho, tenía la mirada más triste que había tenido nunca. Jimena agachó la cabeza y desvió la mirada para volver a centrarse en la conversación con Silvia. Pronto volvió a estar concentrada pensando sólo en el trabajo.

La hora de la comida llegó casi sin que se dieran cuenta. Nacho, Silvia y Jimena se dirigieron al restaurante donde esperaba Mario para comer, la verdad es que ella hubiera preferido comer sola con él y que le contara como había vuelto tan inesperadamente y sobretodo quería saber quien era la mujer que contestó su telefono, pero con todos sus compañeros delante era imposible llegar a tener una conversación medianamente íntima, asi que optó por mantener una conversación trivial para hablar más en serio a la salida del trabajo.

Afortunadamente para ella la curiosidad de Silvia le sirvió para enterarse de ciertas cosas. Mario contó como últimamente no andaban bien las cosas en Brasil. Querían trasladarlo a Venezuela pero allí las cosas con el Gobierno andaban peor por lo que se opuso. Lo que le llevó a un conflicto interno que precipitó su dimisión y su regreso prácticamente inminente.

- Por eso – Dijo Mario mirando a Jimena - no he podido avisarte con más tiempo. Todo ha ocurrido realmente deprisa y casi no he tenido tiempo para pensarlo dos veces. Cuando he querido darme cuenta, me he visto fuera de mi apartamento, el cual pagaba mi empresa, y he tenido que dormir un par de noches en un hotel que no tenía ni línea teléfonica. Hasta que conseguí un vuelo de regreso a España. Han sido tres días realmente agotadores - Dijo tomando el último bocado de su comida y echando un vistazo a sus sorprendidos oyentes.

- Nunca pensé que fuera tan complicado conseguir un billete para “el próximo vuelo a España” – Dijo sonriendo con sorna e imitando a los actores de las películas – Realmente me daba igual a qué lugar de España volar, simplemente quería llegar aquí cuanto antes.

El resto de la comida pasó entre bromas y más anécdotas por parte de Mario, que tenía cara de estar realmente feliz al estar de nuevo al lado de Jimena. Sin embargo, la otra cara de la moneda era Nacho. Habló muy poco durante la comida y Jimena lo notó. Su voz sonaba apagada y el entusiasmo que mostraba otros días se había esfumado. Jimena se sintió culpable por haber intentado tener algo con él en Bilbao y pensaba que podría haberle confundido. Sintió deseos de hablar con él, de explicarle, de disculparse, pero sintió que nada de lo que hiciera tendría sentido ahora que Mario estaba de nuevo allí.

Cuando volvieron de nuevo a la oficina y Jimena se encontró sola en su despacho se sintió en paz por primera vez en el día. Allí estaba ella sola sin miradas sobre ella, sin tener que indagar qué estaría pensando el otro, sin sentirse culpable por su actitud.

Un golpe en la puerta la devolvió al mundo real. Nacho asomó su cabeza y muy serio pidió permiso para entrar. Unos instantes después se sentaba en una butaca y comenzaba a retorcerse los dedos con nerviosismo.

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