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martes, 5 de agosto de 2008

Soñar – Siete

Al principio la noche pasó un poco tensa, Silvia y Nacho estaban muy preocupados y sólo Jimena parecía querer cambiar de tema y aliviar un poco los ánimos. Entraron en el primer sitio que vieron para cenar, que resultó ser un lugar ruidoso y lleno de gente que entraba y salía. No pudieron hablar demasiado de trabajo y Jimena tampoco pudo iniciar una buena táctica de acercamiento, al menos para ver cómo reaccionaba Nacho.

Tuvo que esperar al final de la cena y proponer tomar algo tranquilamente en el hotel con la excusa de hablar de la reunión del día siguiente. Ambos aceptaron solo por el hecho de poder hablar de trabajo pues mostraron suficiente cansancio como para ir a la cama directamente.

Las esperanzas de Jimena se iban evaporando cuando después de un par de licores Silvia dijo rotundamente que se iba a dormir. Su marcha fue tan rápida que no les dio tiempo a reaccionar ni a seguirle los pasos, como Nacho hubiera querido hacer, según comentó estaba bastante cansado y estresado pues la actitud de Silvia era muy negativa y tensa y no le dejaba pensar con tranquilidad ni actuar con naturalidad delante del cliente como a él le gustaria.

Ese fue el momento que Jimena utilizó para iniciar su acercamiento. Primero pidió otra ronda más y después se cambió al sitio que antes ocupaba Silvia pues era más próximo a Nacho. Le comentó que ella también se sentía presionada pero que podrían utilizar ese momento en el que estaban solos para descargar tensiones. Le preguntó algo trivial y se rió con la mejor de sus sonrisas para intentar arrastrarle a él también. Luego intentó tener cierto contacto físico de modo que sus manos tuvieran contacto. Lentamente fue recordando los pasos que seguían en sus sueños para tratar de reproducirlos ahora. Si en el sueño funcionaban, ¿por qué no habría de tener suerte en aquel momento también?

Pidieron otra ronda y se sumergieron en una conversación bastante animada y bastante divertida pues ninguno de los dos paraban de reír, se miraban directamente a los ojos y se notaba que algo había entre ellos, algo que podría funcionar. Sólo bebían y reían. En un momento determinado Nacho pidio la cuenta y dijo que ya era hora de que subieran a la habitación. Jimena estaba segura de haber tenido éxito y de que por fin sus sueños se harían realidad. Podría decirle todo lo que sentía por él y podría estar por fin a solas con Nacho.

Subieron abrazados en el ascensor y Nacho se dirigió directamente a la habitación de ella. Metió la mano en el bolso y buscó la llave. Parecía tener bastante prisa pues no dejó en ningún momento que ella le ayudara. Abrió la puerta y pasaron dentro. En ese momento Jimena le abrazó y le besó con una intensidad que no había sentido nunca, le besó tan dulcemente que era imposible que nadie pudiera resistir a aquel beso. Con una voz casi inaudible le susurró al oído: “Te quiero, Mario”.

Él la tumbo en la cama y le quitó los zapatos, después se acercó a ella y le dijo mientras Jimena se dormía: “Por suerte, estás borracha y mañana no te acordarás de nada. Sólo tendrás un horrible dolor de cabeza. Afortunadamente no es demasiado tarde y podrás dormir bastante. No te preocupes, yo te llamaré para que no llegues tarde al desayuno, sino Silvia se enfadaría bastante. Ah, y por mi parte, esta noche no ha pasado nada.” Se agachó despacio, le dio un beso tierno en la frente y se marchó de la habitación cerrando despacio.

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