Bajé del coche para acompañarla hasta su portal. La noche era cálida pero tenía la carne de gallina. El final se aproximaba y yo sentía un nudo en el estómago que me impedía hablar. Ella me miró esperando a que dijera algo y solamente pude mirarla. Sus ojos intensamente marrones tenían un brillo especial aquella noche. Y sus labios dibujaban una sonrisa espectacular que hablaba por sí sola. Estaba inmóvil delante de aquella chica de la cual me había enamorado a lo largo de noche. Mentalmente repasé cada momento, intentando averiguar en qué instante dejó de ser una compañera de trabajo para ser la persona con la que deseaba pasar el resto de mis días. Sin darme cuenta ella agachó la cabeza, lamentando que no me hubiera atrevido a besarla y se despidió diciendo: “hasta mañana”.
El hombre bueno
-
“Haber vivido tranquilo sabiendo que no has hecho daño a nadie, que has
tratado con respeto y educación a los demás, cumpliendo tus obligaciones y
sabiendo...
Hace 1 año
No hay comentarios:
Publicar un comentario