Bueno, ahora que estamos en racha hablando de vacaciones en las que se termina llorando no puedo dejar de pasar la oportunidad de contar aquella ocasión en la que hice llorar a toda mi familia.
Yo tendría unos 18 o 19 años. Jajajajaja... Noooooo, tendría sólo unos 5 o 6 y claro para mi las vacaciones eran una época sin fin, la felicidad era la tónica dominante de cada día y no paraba de reír, así que en mi cabeza no entraba la idea de que ese mundo tan maravilloso tuviera que acabar. ¿Es que no podíamos estar siempre de vacaciones? A mi no me hubiera importado....
El caso es que el fatídico día 15 llegó y poco a poco mi padre cargó todo el coche con las maletas para regresar a Madrid. Curiosamente aquel día, después de desayunar en lugar de bajar a la playa nos metimos en el coche, pero como era normal hacer excursiones durante las vacaciones a mi no me extrañó.
Lo que me llamó la atención fue que la excursión de aquel día fuera tan larga, así que pregunté ¿Dónde vamos? Y mi madre ingenua contesto: “Vamos a dar un paseo, pero en un rato tu padre da la vuelta”. Y yo me lo creí.
Yo no se si mi madre pensaba que con esa contestación me quedaría conforme el resto del viaje y si cuando llegara a Madrid lo asumiría sin más, el caso es que me soltó eso y se quedó más ancha que larga. Yo me conformé por el momento, por un lado porque quería confiar en mis padres que no me mentirían y por otro lado porque eso significaba que en un rato volveríamos a la playa, pero seguíamos y seguíamos y aquello no cuadraba demasiado así que volví a preguntar:
- Papá, ¿Cuándo das la vuelta?
Y me dijeron “en un ratito, Almudena”. Así que intenté seguir confiando aunque aquello cada vez me olía peor. Y cuando paso el ratito volví a preguntar con un tono de desesperación en mi voz:
- Papá, ¿Cuándo das la vuelta?
Y yo no se si me contestaron o no pero vamos que a mi lo único que me valía era que mi padre diera la vuelta, se dejara de tonterías y volviéramos todos a la playa. Pero, confirmando mis sospechas, parecía que eso no iba a ocurrir nunca y que probablemente volvíamos a eso que llamábamos casa (que tras quince días de vacaciones había olvidado por completo)
Así que mi desesperación se mezclo con un tono de súplica lastimero y empezaron a brotar las primeras lágrimas.
- Papá, ¿Cuándo das la vuelta?
Como la reacción era la misma mi llanto se desató y comencé a llorar desesperadamente sin dejar de repetir una y otra vez:
- Papá, ¿Cuándo das la vuelta?
No hay comentarios:
Publicar un comentario