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miércoles, 10 de septiembre de 2008

La vez que hice llorar a toda mi familia a la vuelta de las vacaciones.


Bueno, ahora que estamos en racha hablando de vacaciones en las que se termina llorando no puedo dejar de pasar la oportunidad de contar aquella ocasión en la que hice llorar a toda mi familia.

Yo tendría unos 18 o 19 años. Jajajajaja... Noooooo, tendría sólo unos 5 o 6 y claro para mi las vacaciones eran una época sin fin, la felicidad era la tónica dominante de cada día y no paraba de reír, así que en mi cabeza no entraba la idea de que ese mundo tan maravilloso tuviera que acabar. ¿Es que no podíamos estar siempre de vacaciones? A mi no me hubiera importado....

El caso es que el fatídico día 15 llegó y poco a poco mi padre cargó todo el coche con las maletas para regresar a Madrid. Curiosamente aquel día, después de desayunar en lugar de bajar a la playa nos metimos en el coche, pero como era normal hacer excursiones durante las vacaciones a mi no me extrañó.

Lo que me llamó la atención fue que la excursión de aquel día fuera tan larga, así que pregunté ¿Dónde vamos? Y mi madre ingenua contesto: “Vamos a dar un paseo, pero en un rato tu padre da la vuelta”. Y yo me lo creí.

Yo no se si mi madre pensaba que con esa contestación me quedaría conforme el resto del viaje y si cuando llegara a Madrid lo asumiría sin más, el caso es que me soltó eso y se quedó más ancha que larga. Yo me conformé por el momento, por un lado porque quería confiar en mis padres que no me mentirían y por otro lado porque eso significaba que en un rato volveríamos a la playa, pero seguíamos y seguíamos y aquello no cuadraba demasiado así que volví a preguntar:

- Papá, ¿Cuándo das la vuelta?

Y me dijeron “en un ratito, Almudena”. Así que intenté seguir confiando aunque aquello cada vez me olía peor. Y cuando paso el ratito volví a preguntar con un tono de desesperación en mi voz:

- Papá, ¿Cuándo das la vuelta?

Y yo no se si me contestaron o no pero vamos que a mi lo único que me valía era que mi padre diera la vuelta, se dejara de tonterías y volviéramos todos a la playa. Pero, confirmando mis sospechas, parecía que eso no iba a ocurrir nunca y que probablemente volvíamos a eso que llamábamos casa (que tras quince días de vacaciones había olvidado por completo)

Así que mi desesperación se mezclo con un tono de súplica lastimero y empezaron a brotar las primeras lágrimas.

- Papá, ¿Cuándo das la vuelta?

Como la reacción era la misma mi llanto se desató y comencé a llorar desesperadamente sin dejar de repetir una y otra vez:

- Papá, ¿Cuándo das la vuelta?

Mis lágrimas (por su inocencia, supongo) conmovieron a toda mi familia y al final terminamos llorando los 5 en aquel seat 127 por el fin de las vacaciones y la inminente vuelta al cole. Pero, en esta ocasión no hubo prorroga y como pudo mi padre continuo viaje a Madrid y al final terminé asumiendo que las vacaciones se acababan y que a veces es mejor una verdad a tiempo que una mentira piadosa.

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